"El pájaro azul" de Rubén DarÃo - Texto Modernista Completo
​El pájaro azul
[Cuento. Texto completo.]
Rubén DarÃo
ParÃs es teatro divertido y terrible. Entre los concurrentes al café Plombier, buenos y decididos muchachos -pintores, escultores, poetas- sÃ, ¡todos buscando el viejo laurel verde!, ninguno más querido que aquel pobre GarcÃn, triste casi siempre, buen bebedor de ajenjo, soñador que nunca se emborrachaba, y, como bohemio intachable, bravo improvisador.
En el cuartucho destartalado de nuestras alegres reuniones, guardaba el yeso de las paredes, entre los esbozos y rasgos de futuros Clays, versos, estrofas enteras escritas en la letra echada y gruesa de nuestro amado pájaro azul.
El pájaro azul era el pobre GarcÃn. ¿No sabéis por qué se llamaba asÃ? Nosotros le bautizamos con ese nombre.
Ello no fue un simple capricho. Aquel excelente muchacho tenÃa el vino triste. Cuando le preguntábamos por qué cuando todos reÃamos como insensatos o como chicuelos, él arrugaba el ceño y miraba fijamente el cielo raso, nos respondÃa sonriendo con cierta amargura...
-Camaradas: habéis de saber que tengo un pájaro azul en el cerebro, por consiguiente...
* * *
SucedÃa también que gustaba de ir a las campiñas nuevas, al entrar la primavera. El aire del bosque hacÃa bien a sus pulmones, según nos decÃa el poeta.
De sus excursiones solÃa traer ramos de violetas y gruesos cuadernillos de madrigales, escritos al ruido de las hojas y bajo el ancho cielo sin nubes. Las violetas eran para Nini, su vecina, una muchacha fresca y rosada que tenÃa los ojos muy azules.
Los versos eran para nosotros. Nosotros los leÃamos y los aplaudÃamos. Todos tenÃamos una alabanza para GarcÃn. Era un ingenuo que debÃa brillar. El tiempo vendrÃa. Oh, el pájaro azul volarÃa muy alto. ¡Bravo! ¡bien! ¡Eh, mozo, más ajenjo!
* * *
Principios de GarcÃn:
De las flores, las lindas campánulas.
Entre las piedras preciosas, el zafiro. De las inmensidades, el cielo y el amor: es decir, las pupilas de Nini.
Y repetÃa el poeta: Creo que siempre es preferible la neurosis a la imbecilidad.
* * *
A veces GarcÃn estaba más triste que de costumbre.
Andaba por los bulevares; veÃa pasar indiferente los lujosos carruajes, los elegantes, las hermosas mujeres. Frente al escaparate de un joyero sonreÃa; pero cuando pasaba cerca de un almacén de libros, se llegaba a las vidrieras, husmeaba, y al ver las lujosas ediciones, se declaraba decididamente envidioso, arrugaba la frente; para desahogarse volvÃa el rostro hacia el cielo y suspiraba. CorrÃa al café en busca de nosotros, conmovido, exaltado, casi llorando, pedÃa un vaso de ajenjo y nos decÃa:
-SÃ, dentro de la jaula de mi cerebro está preso un pájaro azul que quiere su libertad...
* * *
Hubo algunos que llegaron a creer en un descalabro de razón.
Un alienista a quien se le dio noticias de lo que pasaba, calificó el caso como una monomanÃa especial. Sus estudios patológicos no dejaban lugar a duda.
Decididamente, el desgraciado GarcÃn estaba loco.
Un dÃa recibió de su padre, un viejo provinciano de NormandÃa, comerciante en trapos, una carta que decÃa lo siguiente, poco más o menos:
"Sé tus locuras en ParÃs. Mientras permanezcas de ese modo, no tendrás de mà un solo sou. Ven a llevar los libros de mi almacén, y cuando hayas quemado, gandul, tus manuscritos de tonterÃas, tendrás mi dinero."
Esta carta se leyó en el Café Plombier.
-¿Y te irás?
-¿No te irás?
-¿Aceptas?
-¿Desdeñas?
¡Bravo GarcÃn! Rompió la carta y soltando el trapo a la vena, improvisó unas cuantas estrofas, que acababan, si mal no recuerdo:
¡SÃ, seré siempre un gandul, lo cual aplaudo y celebro, mientras sea mi cerebro jaula del pájaro azul!
* * *
Desde entonces GarcÃn cambió de carácter. Se volvió charlador, se dio un baño de alegrÃa, compró levita nueva, y comenzó un poema en tercetos titulados, pues es claro: El pájaro azul.
Cada noche se leÃa en nuestra tertulia algo nuevo de la obra. Aquello era excelente, sublime, disparatado.
Allà habÃa un cielo muy hermoso, una campiña muy fresca, paÃses brotados como por la magia del pincel de Corot, rostros de niños asomados entre flores; los ojos de Nini húmedos y grandes; y por añadidura, el buen Dios que envÃa volando, volando, sobre todo aquello, un pájaro azul que sin saber cómo ni cuándo anida dentro del cerebro del poeta, en donde queda aprisionado. Cuando el pájaro canta, se hacen versos alegres y rosados. Cuando el pájaro quiere volar abre las alas y se da contra las paredes del cráneo, se alzan los ojos al cielo, se arruga la frente y se bebe ajenjo con poca agua, fumando además, por remate, un cigarrillo de papel.
He ahà el poema.
Una noche llegó GarcÃn riendo mucho y, sin embargo, muy triste.
* * *
La bella vecina habÃa sido conducida al cementerio.
-¡Una noticia! ¡una noticia! Canto último de mi poema. Nini ha muerto. Viene la primavera y Nini se va. Ahorro de violetas para la campiña. Ahora falta el epÃlogo del poema. Los editores no se dignan siquiera leer mis versos. Vosotros muy pronto tendréis que dispersaros. Ley del tiempo. El epÃlogo debe titularse asÃ: "De cómo el pájaro azul alza el vuelo al cielo azul".
* * *
¡Plena primavera! Los árboles florecidos, las nubes rosadas en el alba y pálidas por la tarde; el aire suave que mueve las hojas y hace aletear las cintas de los sombreros de paja con especial ruido! GarcÃn no ha ido al campo.
Hele ahÃ, viene con traje nuevo, a nuestro amado Café Plombier, pálido, con una sonrisa triste.
-¡Amigos mÃos, un abrazo! Abrazadme todos, asÃ, fuerte; decidme adiós con todo el corazón, con toda el alma... El pájaro azul vuela.
Y el pobre GarcÃn lloró, nos estrechó, nos apretó las manos con todas sus fuerzas y se fue.
Todos dijimos: GarcÃn, el hijo pródigo, busca a su padre, el viejo normando. Musas, adiós; adiós, gracias. ¡Nuestro poeta se decide a medir trapos! ¡Eh! ¡Una copa por GarcÃn!
Pálidos, asustados, entristecidos, al dÃa siguiente, todos los parroquianos del Café Plombier que metÃamos tanta bulla en aquel cuartucho destartalado, nos hallábamos en la habitación de GarcÃn. Él estaba en su lecho, sobre las sábanas ensangrentadas, con el cráneo roto de un balazo. Sobre la almohada habÃa fragmentos de masa cerebral. ¡Qué horrible!
Cuando, repuestos de la primera impresión, pudimos llorar ante el cadáver de nuestro amigo, encontramos que tenÃa consigo el famoso poema. En la última página habÃa escritas estas palabras: Hoy, en plena primavera, dejó abierta la puerta de la jaula al pobre pájaro azul.
* * *
¡Ay, GarcÃn, cuántos llevan en el cerebro tu misma enfermedad!
FIN